viernes, 7 de abril de 2017

Millenials y la incomodidad

Hace un par de semanas me pidieron hacer una charla motivacional para millenials. Comencé a ponerles atención, a intentar entender cómo ven ellos el mundo. Veo ganas, rebeldía y energía de cambio, y también puedo distinguir en muchas personas de esta generación una aparente apatía por la vida, como si fueran espectadores del fenómeno. En esto, me doy cuenta de un fenómeno cultural que se repite en diferentes personas de esa generación y del cual, a veces, no me veo ajeno. El fenómeno es la necesidad de inmediatez, de salir de un estado actual para ir a otro deseado en el menor lapso de tiempo posible, sin querer transitar por esos caminos inciertos que parecen menos atractivos y más sombríos. La solución está ahí, a la mano, ¿aburrido? vea televisión o juegue con la consola, ¿te sientes solo? entra en la red social y ten amigos, ¿tienes pena? ahí está youtube para hacerte reír… y así podemos pasar apáticamente por la vida, saliendo de aquellos lugares en donde está el aprendizaje, haciendo el quite a aquello que nos podría dar herramientas para hacernos cargo del origen de estas sensaciones, de conocernos, de sentirnos vivos.


Esta necesidad de inmediatez y de búsqueda de placer evadiendo el dolor, podría tener otras repercusiones. Por ejemplo, podríamos evadir las conversaciones difíciles, dejar de escuchar nuestro instinto, quedarnos en la posición de víctima y aferrarnos a aquellas explicaciones tranquilizadoras que nos dejan en la zona de confort, en donde aparentemente está todo bien sin hacernos cargo de lo que hay de fondo, sin aprender. Veo un riesgo en perdernos del contraste, ¿cómo pretender saber qué es luz sin querer conocer la sombra?.

Luís Bernárdez escribió un poema que me ha acompañado durante muchos años y que quería compartir con ustedes.

Si para recobrar lo recobrado
debí perder primero lo perdido,
si para conseguir lo conseguido
tuve que soportar lo soportado,

si para estar ahora enamorado
fue menester haber estado herido,
tengo por bien sufrido lo sufrido,
tengo por bien llorado lo llorado.

Porque después de todo he comprobado
que no se goza bien de lo gozado
sino después de haberlo padecido.

Porque después de todo he comprendido
por lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado.


¿Cuánto de esa apatía de esta generación viene de nuestras formas? ¿Qué necesitan nuestros hijos de nosotros para que puedan ver el valor de habitar sus propios quiebres?