Hace un par de semanas me pidieron
hacer una charla motivacional para millenials. Comencé a ponerles atención, a
intentar entender cómo ven ellos el mundo. Veo ganas, rebeldía y energía de
cambio, y también puedo distinguir en muchas personas de esta generación una
aparente apatía por la vida, como si fueran espectadores del fenómeno. En esto,
me doy cuenta de un fenómeno cultural que se repite en diferentes personas de
esa generación y del cual, a veces, no me veo ajeno. El fenómeno es la
necesidad de inmediatez, de salir de un estado actual para ir a otro deseado en
el menor lapso de tiempo posible, sin querer transitar por esos caminos
inciertos que parecen menos atractivos y más sombríos. La solución está ahí, a
la mano, ¿aburrido? vea televisión o juegue con la consola, ¿te sientes solo?
entra en la red social y ten amigos, ¿tienes pena? ahí está youtube para
hacerte reír… y así podemos pasar apáticamente por la vida, saliendo de
aquellos lugares en donde está el aprendizaje, haciendo el quite a aquello que
nos podría dar herramientas para hacernos cargo del origen de estas sensaciones,
de conocernos, de sentirnos vivos.
Esta necesidad de inmediatez y de
búsqueda de placer evadiendo el dolor, podría tener otras repercusiones. Por ejemplo,
podríamos evadir las conversaciones difíciles, dejar de escuchar nuestro
instinto, quedarnos en la posición de víctima y aferrarnos a aquellas explicaciones
tranquilizadoras que nos dejan en la zona de confort, en donde aparentemente
está todo bien sin hacernos cargo de lo que hay de fondo, sin aprender. Veo un
riesgo en perdernos del contraste, ¿cómo pretender saber qué es luz sin querer
conocer la sombra?.
Luís Bernárdez escribió un poema que me
ha acompañado durante muchos años y que quería compartir con ustedes.
Si para recobrar lo recobrado
debí perder primero lo perdido,
si para conseguir lo conseguido
tuve que soportar lo soportado,
si para estar ahora enamorado
fue menester haber estado herido,
tengo por bien sufrido lo sufrido,
tengo por bien llorado lo llorado.
Porque después de todo he comprobado
que no se goza bien de lo gozado
sino después de haberlo padecido.
Porque después de todo he comprendido
por lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado.
debí perder primero lo perdido,
si para conseguir lo conseguido
tuve que soportar lo soportado,
si para estar ahora enamorado
fue menester haber estado herido,
tengo por bien sufrido lo sufrido,
tengo por bien llorado lo llorado.
Porque después de todo he comprobado
que no se goza bien de lo gozado
sino después de haberlo padecido.
Porque después de todo he comprendido
por lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado.
¿Cuánto de esa apatía de esta
generación viene de nuestras formas? ¿Qué necesitan nuestros hijos de nosotros para
que puedan ver el valor de habitar sus propios quiebres?