Un segundo año de sequía en el sur de Chile y precios bajos en el agro, tiempos que invitan a muchos a la austeridad, a poner foco en los gastos y a evaluar posibles escenarios. Tiempos también de preguntas e incertidumbre, de reflexión y búsqueda de sentido. La invitación de esta columna es aprovechar la contingencia para a hacer una reflexión profunda acerca del propósito de lo que hacemos, que permita abrir posibilidades de compromiso en los equipos de trabajo a través del sentido de contribución de sus componentes.
La pregunta central que proponemos antes de efectuar
cualquier acción humana es ¿Para qué? Esta pregunta, aunque parezca básica,
pocos son capaces de responder. Tanto individuos como organizaciones tendemos a
responder esta pregunta con algo de superficialidad. Normalmente, respondemos
que hacemos lo que hacemos en el trabajo para obtener una remuneración. Si
volvemos a hacer la misma pregunta, normalmente aparece la familia o la
estabilidad, y si volvemos a hacer la misma pregunta, aparece algo propio, algo
que para muchos tiene que ver con la felicidad o la tranquilidad o simplemente
porque así aprendimos a vivir. Si hacemos la misma pregunta del para qué en una
empresa, la primera respuesta normalmente tiene que ver con las utilidades, una
segunda vez, a lo mejor tendrá que ver con las personas y si la hacemos una
tercera vez, podemos llegar al sentido de contribución que esta empresa provee
al entorno.
Cuando entendemos para qué hacemos lo que hacemos y los
intereses individuales están alineados con el propósito de la organización,
creamos un sentido de pertenencia, ya que la organización será un vehículo para
que las personas contribuyan a lo que les importa. Éste propósito
organizacional permitirá también que se cree una visión de futuro que nos desafía
a hacernos una segunda pregunta importantísima… ¿Cómo lo hago?
Desde el propósito aparecen nuestras creencias, conversamos
de lo que nos importa, y desde nuestras conversaciones hacemos nuestros
compromisos con otros, que es desde donde se generan los resultados.
A modo de ejemplo, una declaración de propósito de la
organización podría ser maximizar las
utilidades. Si este es el propósito, las conversaciones que se generarán
serán sobre negocios y utilidades, los compromisos buscarán retornos
transaccionales, lo que en último término, generará compromiso en los equipos
sólo si hay intercambio de tiempo o conocimiento por dinero.
Otro ejemplo podría ser que el propósito de la organización
sea perdurar en el tiempo, entonces,
mis creencias tendrán que ver con la generación de estabilidad. Las
conversaciones serán acerca de relaciones de largo plazo, cuidados o riesgos
potenciales. Y los compromisos que se articulen serán en torno a la estabilidad
de los equipos y los clientes, a no correr riesgos o a controlar las
operaciones.
Un tercer ejemplo podría ser que el propósito de la
organización sea diferenciarse
continuamente. Si esto es así, creeremos en la innovación y en la
creatividad, tendremos conversaciones de aprendizaje y asumiremos compromisos
desafiantes y más riesgosos.
Las empresas planifican su estrategia para generar los
resultados que les permitan lograr sus propósitos. Para ello, a través de
procesos conversacionales, buscan responder a preguntas como ¿Para qué
existimos? ¿Qué es lo que soñamos? ¿Qué valores queremos cuidar? ¿Cuáles son
nuestros objetivos? ¿Qué necesitamos hacer para cumplirlos? ¿Cómo lo hacemos
para llevar todo esto a la práctica?. Cuando materializamos las respuestas,
generamos cultura organizacional, que nos permite entender quienes somos, y
explicarnos por qué hacer las cosas de una determinada manera.
La invitación que proponemos en estos tiempos de
incertidumbre es a hacerse estas preguntas fundamentales, tanto en la
organización como en los individuos que la componen de forma que seamos capaces
de tener un equipo que quiera contribuir al propósito y se comprometa con las
acciones para lograrlo.
Cuentan que entrando
en la ciudad de Chartres, un peregrino se encontró a un hombre picando piedras,
malhumorado.
-
¿Cuál es tu trabajo?- Le preguntó el
peregrino
-
Ya lo ve, pico piedras. Tengo sed, me duele la espalda, tengo un trabajo
agotador -, le contestó aquél.
El peregrino, no
conforme con la respuesta recibida, siguió caminando y le formuló la misma
pregunta a otro hombre que también picaba piedras:
-
Mire, yo me gano la vida con este trabajo – le respondió el segundo hombre
Más adelante, se
encontró con una tercera persona que estaba haciendo el mismo trabajo y sonriendo.
Le preguntó lo mismo.
-
Estoy construyendo una catedral – le respondió ilusionado el tercer hombre
La oferta de trabajo, no comienza por el monto de la
remuneración, sino con la posibilidad de contribuir a algo que le haga sentido
a la persona, a algo que esté alineado con sus propósitos. La remuneración
claramente es una parte, pero sólo alineando el sentido de la persona con la
acción a realizar, encontraremos el compromiso en nuestros equipos de trabajo.