El
filósofo Norteamericano Ken Wilber, en su libro “Breve Historia de Todas las Cosas”, postula que todo en el universo es y está compuesto por holones. Un
holon es a la vez un todo y parte de
algo. Por ejemplo, las letras componen palabras, las palabras componen frases y
éstas párrafos que componen libros, etc. Si lo miramos en la biología, tenemos
átomos que componen moléculas que componen células que componen órganos que
componen seres humanos. Con esto se va
formando una jerarquía de sistemas que permite que exista la sinergia.
¿Qué
pasa si tomamos como base al ser humano? El ser humano también es parte de
algo, una jerarquía mayor al ser individual. Por ejemplo, una jerarquía
superior que el individuo es la familia. A su vez, la familia está inmersa en
una determinada sociedad o cultura, podríamos decir que pertenece a un país o a
una tribu (un conjunto de familias). Claro
que hay otras formas u holones para organizarse, pero tomemos esta forma como
base.
Si
nos entendemos como parte de una sociedad, que es una jerarquía de organización
mayor, necesitamos ciertas cosas para que esto funcione. Por ejemplo, la
información debe fluir bidireccionalmente entre sistemas menores y mayores.
Debo estar informado de para donde va la sociedad y la sociedad debe estar en
conocimiento de lo que las partes necesitan y de sus propósitos, de forma de
que el todo sirva a las partes y las partes al todo. Cuando esta
bidireccionalidad del flujo de información se pone en peligro por algún motivo,
el sistema empieza a desmoronarse: “los todos” no reconocen depender de sus
partes subsidiarias y las partes no reconocen más la autoridad organizativa de “los
todos”. Un resultado de este tipo de corte de flujo, es el cáncer en donde las
partes individuales no aportan al propósito del sistema que las contiene.
En
una crisis de confianza como la que estamos viviendo en Chile en este momento,
creo que esto es lo que está en riesgo. Nosotros, los individuos, ponemos en
duda la autoridad organizativa de aquellos que están liderando la sociedad, ya
que existe la legítima duda, de que estos individuos no están sirviendo al
todo, sino a sus partes individuales.
¿Qué
ha pasado históricamente cuando “el todo” no se hace cargo de las partes?
Cuando una forma de hacer sociedad ya no se puede hacer cargo de los desafíos
que presentan los individuos, inevitablemente, emerge una nueva forma de orden
y de ver el mundo. ¿Estaremos ante un punto de inflexión en nuestra forma de
ver el mundo?
Los
paradigmas actuales como la creencia de que podemos explicar el comportamiento
de un sistema descomponiendo las partes, o que el mercado es el regulador de
los comportamientos individuales, o como decía Adam Smith, que la búsqueda de
riqueza individual beneficia a la sociedad como un todo, ya están en retirada.
¿Cuál
será el nuevo orden? Creo que hoy no existe esa respuesta, porque creo que la
pregunta no está bien formulada. Cómo sería preguntarnos ¿Cuál es la vida que vale
la pena vivir? O ¿De qué tipo de sociedad me gustaría ser parte? O ¿Cuál es mi
rol como individuo para comenzar a contribuir a esta sociedad?
Una
antigua leyenda Cherokee cuenta que un abuelo le decía a su nieto que dentro
nuestro viven y luchan dos lobos, uno es desconfiado, egoísta, tiene miedo y abusa de
otros. El otro vive en la confianza, en el amor, en la generosidad y el
cuidado. El nieto le pregunta al abuelo: “¿Si tenemos a los dos, entonces cuál
gana?” El abuelo le contesta: “al que alimentas”.
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