Bueno, esta vez fue diferente, ya que la fiesta fue en otro espacio, un lugar muy amplio en donde había tarimas y asientos para los padres y un escenario con muchos globos, colores y las mascotas de los mundiales de futbol hechas de cartón. Entregaron algunos premios a los padres, a la mamá más guapa, al papá más guapetón (jeje), al más atrasado, a la familia más comprometida, etc.

Me impresiona la labor de las tías, la dedicación, el cariño, la originalidad y el amor por lo que hacen. Me parece muy importante su oficio, ya que están facilitando el aprendizaje de los adultos del futuro, pero no de cualquier manera, sino de una forma matristica, desde la emoción de la ternura, la alegría y la compasión, emociones que a veces en el colegio se pierden, quizas, para preparar a los alumnos a entrar en la dinámica de la competencia, que es lo que lamentablemente rige muchas de las formas en las cuales nos relacionamos hoy en día.
Creo que el jardín es una etapa preciosa, y es donde encuentras tus primeros amigos, las primeras aperturas al arte, la música y el baile y los niños aprenden de si mismos junto a otros en el juego.

Helena bailó precioso, con su disfráz de Raffaella Carrà, representó a Italia y su mundial del 90. Lo que más destaco, es que ella quedo feliz, la fueron a ver sus abuelos de ambos lados, sus tíos y primos, y para nosotros, fue el alma de la fiesta, reconocida y querida, se permitió aparecer, ser felicitada, posar para las fotos, todas actitudes que muchas otras veces ha reuído.
Quedo muy agradecido del jardín Marco Polo, de sus colaboradoras, de su directora y de la dueña, que estaba participando actívamente de todos los detalles. Cuando las cosas se hacen con dedicación, amor y oficio, se nota, resulta y se agradece...
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